AMBIENTADOR PARA COCHE, Aromas CÍTRICOS

Era una mañana ideal – qué ironía – para sentir la ciudad.

La vista, en cualquier punto de las calles principales, percibía el caos multicolor de paraguas abiertos caminando en las aceras mientras automóviles, furgonetas y autobuses luchaban, con las luces encendidas y los pilotos de freno constantemente brillando, por escapar de aquel pandemónium.

¡Estoy llegando! – explicó por teléfono, mientras miraba el reloj del salpicadero, calculando cuánto faltaba para su reunión.

A pesar de llevar las ventanas cerradas, el sonido de motores, arrancadas y frenazos se veía aumentado por el concierto destemplado de las bocinas de los coches. Aunque para quienes sufrían aquella pesadilla diariamente, el oído ya se había acostumbrado.

El olor, sin embargo, era lo más detestable en aquellas mañanas sin sentido. Un hedor de humo, alcantarillas y humedad rancia caía sobre las calles, hasta que la propia lluvia conseguía lavar la nube de polución durante unas horas.

–    ¡Veinte minutos y estoy allí! – respondió a la nueva llamada de su oficina. Apenas quedaban dos calles para desviarse, pero la caravana avanzaba solo un par de metros cada vez que cambiaban las luces de los semáforos.

Miró al cielo, buscando un resquicio de azul entre los nubarrones oscuros y la vista enfocó al pequeño ambientador que colgaba de su espejo retrovisor. Lo agitó levemente y respiró la fragancia a azahar. Y recordó…

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De niña, el paseo al colegio era una sucesión de plazas con naranjos perfumados. Toda Sevilla olía en primavera a nerolí, a flor blanca de azahar, a frescura. Aquel aroma era el perfume de sus días con las compañeras de clase, de sus mañanas de examen, el tiempo de recreo, sus idas y venidas por el barrio, el atardecer al regresar a casa tras unas horas con las amigas…

–    Con cuidado, eso es, apretad la corteza así, sin acercar mucho la mano al fuego…

La profesora de ciencias les había hecho descubrir el secreto de la piel de naranja. Cuando apretaron la corteza cerca de una llama, vieron el pequeño chisporroteo de las gotitas que escapaban de la cáscara de fruta. Y la profesora les explicó qué eran los aceites esenciales.

–    ¿Alguien puede decirnos cuántos cítricos conoce…? – preguntó la maestra, y todas levantaron la mano, mientras recitaban nombres, sin esperar su turno: naranja, por supuesto, limón, mandarina, lima, clementina, bergamota

Aquellas esencias proporcionaban a la planta una defensa química contra algunos insectos no deseaba tener cerca, pero eran atractivas para sus polinizadores y para grandes animales que podían comer el fruto maduro caído en el suelo y llevarse las semillas muchos metros más allá, aumentando las opciones de germinar y crecer nuevos árboles.

–    ¿Sabéis – añadió la profesora – que toda una ciudad se hizo famosa gracias a los cítricos?¿De dónde viene el nombre de “Agua de Colonia”?

Agua de Colonia… aún recordaba la historia de aquel italiano que había elaborado una bebida digestiva a base de alcohol, hierbas aromáticas y esencias de cítricos. Aquello sucedió a finales del siglo XVII, pero años después, otro italiano se desplazó a Colonia y allí fundó una fábrica donde mejoro la receta original, que envasó y vendió como perfume. Junto a su hermano, Juan María Farina comenzó a comercializar aquella nueva fragancia y Europa, muy pronto, la pidió desde todos sus rincones.

Los perfumes, hasta entonces, eran pesados, de mucho cuerpo, destinados a ocultar el hedor habitual a sudor y ropa sucia. De repente apareció aquel aroma ligero y muy fresco y quien lo probaba ya no dejaba de usarlo.

Aquella esencia de cítricos era un agua fácil de aplicar, permitía perfumar personas y ropas y recordaba los aromas con los que se guardaban tejidos y ajuares en los armarios. Las frutas cítricas se habían convertido en moda y el propio Napoleón pidió llevarse agua de colonia en un cilindro metálico especial para poder usarla a caballo, en el frente de guerra.

La técnica de trabajo de Juan María Farina era la destilación sucesiva. Farina calentaba una cantidad de alcohol que, convertida en gas, pasaba a través de un recipiente lleno de piel, hojas o flores de un cítrico. El alcohol gaseoso extrae fácilmente los aceites esenciales de las células de la fruta y los arrastra hasta que se enfría en otro recipiente. Y vuelta a comenzar el ciclo, gasificando de nuevo el alcohol ya perfumado y haciéndolo pasar por otra nueva carga de una fruta diferente. Así, aroma a aroma, el alcohol iba recogiendo cada uno de los aceites esenciales de la fórmula hasta terminar su elaboración.

–    Aunque se llaman aceites – explicaba la profesora – no son grasas. En realidad, su molécula básica se llama isoterpeno y a partir de ella hay muchas variaciones, produciendo un aceite diferente en cada tipo de fruta. Por eso sentimos distinto el aroma de limón que el de mandarina, el de lima que el de naranja…

Cuando se vino a la capital, perdió aquellas mañanas salpicadas de fragancia. Dejó atrás sus plazas con naranjos, los atardeceres tibios, las flores abiertas al amanecer… Pero descubrió que podía imitar a sus abuelas, dejando pequeños sacos con aroma cítrico entre su ropa, en los armarios, en un rincón del baño

Ahora, en mitad de aquel atasco, mientras la vista se perdía entre luces rojas, motos pasando indolentes entre los coches y peatones que corrían refugiándose de la lluvia; mientras la ciudad hablaba a voz en grito con ruidos metálicos y bocinas estridentes; mientras el humo del tráfico se ensañaba en las resignadas gargantas, ella podía mover un dedo y dejar que el aroma de su niñez regresara con sus recuerdos. Atrapada en medio de aquel rompecabezas sin sentido durante unos minutos podía ser, de nuevo, aquella niña que paseaba bajo los naranjos en flor…

La fórmula del Agua de Colonia original se mantiene secreta trescientos años después y la palabra “colonia” se refiere, actualmente, a cualquier perfume basado en una disolución alcohólica de esencias florales.

Los cítricos siguen aportando sus matices de frescor y vitalidad. En estas especies vegetales los aceites pueden encontrarse en distintas partes de la planta, aunque la mayor concentración se halla en las células de los pétalos de la flor (el azahar, por ejemplo) y en la piel del fruto maduro. El aceite vegetal de cualquiera de las frutas cítricas puede tener más de 100 moléculas químicas distintas, lo que explica sus variados matices.

Ambientador para Coche, boles d´olor

 

Ofrece entre sus diferentes productos :

mikados,recambio de mikados, ambientador para coche, gelarom, ambientadores en spray, angels, frutos exoticos, mini resinas, sachet, mini sachet, inciensos, brumizadores, brumas de ambiente, brumas botanicals

 

Varias opciones de aromas cítricos, algunos con deliciosas combinaciones,  a:

naranja, limoncello, paradise, vent vert, verbena, pomelo rosa, entre uvas y naranjos, ice mandarina, azahar (flor blanca)…

 

Una de las líneas de productos AMBIENTAHOGAR que explota todas las virtudes de los cítricos es la de MINI RESINAS, donde la esencia cítrica se guarda en sacos de tela que liberan paulatinamente la fragancia para proporcionar a armarios, cajones o pequeños ambientes el aroma vitalizante, y al tiempo relajante, del azahar, la naranja o el limón.

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