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Ambientadores y ESCAPADA RURAL: NUEVOS AMBIENTES FRUTOS ROJOS

Ambientadores para casas rurales: Distínguete de los demás, por el aroma y tus detalles con los clientes.

Una escapada inolvidable. Ambientadores de Frutos rojos.

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María Elena sonrió al colgar el teléfono.  De nuevo, un cliente – esta vez, una joven que reservaba la casa para tres parejas – había repetido aquellas frases que tantas veces oía al apuntar las reservas:  “mucho descanso…”, “tranquilidad, relajarnos…”, “algún paseo cerca de la casa…”. “acercanos al pueblo, a la playa…”

María Elena se levantó de su mesa de despacho, abrió el cajón de una alacena próxima y recogió en una bolsa varios objetos pequeños. “¡Andando!”, se dijo, “hay tarea para el Hada de los Sentidos”.  Salió de su casa, posó la bolsa en la cesta de su bicicleta y pedaleó hasta el otro extremo del pueblo, donde se levantaba la “Casa del Hada”, un alojamiento rural que María Elena dirigía con mimo. El pueblo se hallaba en la falda de los Picos de Europa, rodeado de bosques y a pocos kilómetros de la costa cantábrica. Era otoño y María Elena sabía cómo sorprender a sus huéspedes. “Por algo vienen a la Casa del Hada – sonrió de nuevo, colocando los pequeños objetos y ambientadores que había traído, en las habitaciones y los armarios-, para dejarse sorprender por el Hada de los Sentidos…”

Los jóvenes habían salido de la ciudad en dos coches y decidieron parar un par de veces. Habían evitado el atasco de salida madrugando y ahora necesitaban un café y estirar las piernas. Marta, Isabel y Beatriz solían organizar reuniones con sus respectivas parejas y esta vez aprovechaban el largo puente para escaparse al Norte y olvidar tráfico, ruido, prisas, humo y estrés.

  • ¡Ni una palabra de máquinas, frascos, expedientes, jefes, clientes ni trabajo! – propuso Beatriz, alargando la mano como una mosquetera. Sus amigas imitaron su gesto y allí, en la barra del bar de carretera, sellaron el pacto para disfrutar de unos días de verdadero descanso.
  • ¡Bienvenidos a la Casa del Hada! – saludó alegre María Elena, cuando los dos coches cruzaron la entrada y se detuvieron junto a ella. Los jóvenes saludaron a la mujer y ésta les ofreció dos llaveros, invitándoles a abrir la puerta principal.

Marta tomó las llaves y abrió la vieja y oscura puerta de madera. Al instante, un vestíbulo bañado de luz les saludó, embriagándoles con una vaharada de aroma a frutos rojos del bosque.

  • Guuuuaaauuuu – exclamaron al entrar en aquel recibidor tan agradable -. Es, es como llegar al bosque…
  • Ahí tenéis al culpable – rió María Elena , señalando un pequeño jarrón negro, colocado discretamente en un rincón bajo la escalera de madera-. ¡Diles hola a los chicos!-.

El pequeño jarrón, de repente, comenzó a lanzar una tenue nube de vapor aromatizado y se detuvo al poco tiempo. Diez segundos después repitió el saludo con su sutil columna de vapor. No era como los ambientadores convencionales.

  • Es un brumizador – explicó María Elena-. Ahora os diré cómo funciona para que lo uséis estos días-. Señaló la escalera – Arriba están vuestras habitaciones-.

Las tres parejas subieron los peldaños hasta el rellano superior sin que el aroma a frutos rojos del bosque les abandonara. Abrieron las puertas de los dormitorios y el aroma se repitió, ahora más tenue.

  • ¿Y ésto?- preguntó Isabel, al ver un pequeño recipiente en la mesilla de noche, con una nota.
  • Un ambientador para vuestro coche, con el mismo aroma que el de la casa. ¡Regalo de bienvenida! – rió María Elena-. Ahora os dejo: poneos cómodos, guardar vuestros equipajes y, si os apetece, os espero en el pueblo y os comento algunas opciones para pasar estos días…

La mujer se despidió y las tres parejas huéspedes recorrieron la casa. En cada habitación había pequeños cuencos con popurríes de flores secas, aromatizadas  con aquella fragancia tan alegre que inundaba toda la casa. De los armarios colgaban saquitos con el mismo aroma y los baños estaban decorados con pequeñas latas de las que emanaba la fragancia y algunas velas

  • El bosque dentro y fuera de casa… – comentó Marta, aspirando el aroma del salón mientras se asomaba a un amplio ventanal desde el que se divisaban las laderas arboladas, teñidas de hojas ocres, amarillas y rojizas.

Aquellos días fueron inolvidables: María Elena, a la que acabaron llamando, como tantos en el pueblo, “el Hada de los Sentidos”, les facilitó cestas de mimbre y pequeñas navajas, explicándoles los senderos para perderse por el robledal, en busca de setas. En el bar del pueblo les preparaban bocadillos deliciosos de embutido casero y tortillas “con huevos de corral” y por la noche se acercaban a otra población mayor, a pocos kilómetros, para cenar y tomar una copa tranquila, arrebujados en una terraza que se abría hacia las montañas.

  • Hasta la noche huele bien aquí…- comentaron sentados frente al horizonte oscuro, en el que se adivinaban algunas cumbres de los Picos-.

Al llegar a la “Casa del Hada”, encendían el brumizador unos minutos y el aroma a frutos rojos del bosque envolvía enseguida el salón, haciéndoles revivir los paseos de cada mañana entre robles, escaramujos, endrinos, hayas, rosales silvestres, castaños, zarzamoras…

Aquellos bosques respiraban aroma a tierra mojada y frutos dulces de otoño y entre las ramas se escuchaban los trinos de petirrojos, carboneros, ruiseñores, herrerillos y trepadores.  Y lo mejor es que al volver a la “Casa del Hada”, aquella sensación embriagadora continuaba dentro…

La última tarde se acercaron al mar y respiraron la brisa fresca, con aroma a sal y algas, mientras veían y escuchaban a las olas romper contra la línea pedregosa de la playa.

La despedida fue agradable, aunque a los jóvenes les costó abandonar aquel lugar en el que había pasado unos días… ¡perfectos!

  • ¡Volved cuando queráis! – invitó María Elena a las tres parejas, mientras se despedían con un beso cargado de afecto y agradecimiento por aquella experiencia- ¡Venid por primavera! – añadió-, y veréis cómo despierta el bosque…

De nuevo a la rutina diaria.

  • ¿Puedes recogerme a la puerta de la oficina? – pidió Isabel a Marta-. Si pasas al lado, me ahorras media hora de metro y llegamos a tiempo…

Las amigas tenían una cita aquella tarde, pero el tráfico a aquellas horas en las que todo el mundo salía del trabajo era infernal. Marta no tenía más remedio que usar el coche para salir después hacia su casa, en una población cercana a la ciudad, y antes debía parar en el “hiper” y en otro par de tiendas.  Tenía que recoger a Isabel y… ¡volar! para llegar a tiempo a cada sitio…

  • ¡Vaya tarde!- exclamó Isabel al entrar al coche-. ¡Anda, Beatriz!- dijo al ver a su otra amiga-. No te había visto desde la acera…
  • No me extraña, con este barullo – contestó su amiga, mientras Marta arrancaba de nuevo y buscaba un hueco para meterse en el carril e intentar avanzar en aquel atasco.

El coche delante de ellas frenó de repente y Marta, rápida de reflejos, frenó casi al instante. Las chicas fueron lanzadas hacia delante por la inercia y también se balanceó el pequeño ambientador para el coche que les habían regalado en su estancia en la casa rural » DEL HADA» que Marta llevaba colgado del espejo retrovisor. Al instante, el aroma a bosque y frutos rojos aumentó dentro del coche. Recordándolas esos días inolvidables que pasaron en su escapada de otoño.

  • ¡Necesitamos otras vacaciones!- exclamaron las tres amigas, al sentir la fragancia de frutos rojos.
  • ¡Y volver a saludar al Hada de los Sentidos… ! – suspiró Marta, dándole unos golpecitos a la pequeña botella, que de nuevo inundó el coche de recuerdos y sensaciones inolvidables…
  • qué bien se estaba, y qué agradable y atenta fue María Elena en todos los sentidos y además qué detalle el regalarnos el ambientador para el coche, Beatriz dijo, yo cada vez que entro en el coche me acuerdo de aquellos días tan fantásticos y es que, este aroma me los recuerda.

 

AMBIENTAHOGAR ofrece un catálogo muy amplio de aromas BOLES D’OLOR en distintos formatos de ambientadores. El aroma a Frutos Rojos puede adquirirse en Flor Mikado, Spray, Gelarom, Mikado, Angels, Minirresinas, saquitos y minisacos, varillas de incienso para aromatizar cualquier superficie, virutas de madera o popurrís de flores y verterlo en los brumizadores decorativos AMBIENTAHOGAR, con los que se combinan la aromaterapia y la colorterapia. Disfruta de un buen ambiente, con los ambientadores de Ambientahogar.

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